Mientras suena «une barque sur lócean from Mirois» de Laplante, entra el cálido sol de la tarde por mi ventana, y me encuentra perezosamente adormecido en el sofá del salón, me gusta el ritmo lento de las tardes de verano, el abandono al calor y a los sonidos, la música me alimenta sin que sienta necesidad de mover ni un musculo de mi cuerpo, a ratos me duermo, y en medio de este embeleso, creo que estás a mi lado durmiendo, los labios entreabiertos, tu cuerpo desnudo abrazado al mio, en una forma manierista como esculturas renacentistas. Acabamos de hacer el amor, y caímos en los brazos del sopor de la tarde de agosto, felicidad estática mezclada con olor a sexo, en el tórrido verano. Esto debe ser parecido al arrobamiento de los místicos, porque no terminamos de volver a este mundo aunque estamos aquí, juntos abrazados levitando en el sofá de la tarde se ha parado el tiempo, el reloj no ha devuelto el «tac»y hace un buen rato sonó el «tic». Me muevo a cámara lenta, apreciando el roce de seda entre nuestras pieles al moverme, te miro, estoy en éxtasis, no quiero hacer nada que haga que el plano recupere movimiento, que se despierte el «tac», y te beso, y tu me correspondes sin abrir los ojos, y nuestros sexos despiertan y se encuentran, lento, suave, gimes te penetro, tus labios se abren más, y tu cuerpo se acopla al compás lento del mio, mientras los sentidos se despiertan al placer, nos retorcemos de forma ya casi imposible cuando nuestros ceños se fruncen casi a la par, dejando salir a eros cuya humedad cálida evidencia el clímax alcanzado. Poco a poco abres los ojos, me miras largamente, y cuando tu boca susurra te amo, suena el «tac», y me doy cuenta de que no estás, y una lagrima rueda por mi mejilla como el semen por mi muslo, y me entrego de nuevo al calor de la tarde esta vez melancólico y vencido por la visión.