Tenía yo en 1983 la misma edad que Elio en «Call me by Your name», y pasaba los veranos en un pueblito de Gran Canaria, donde también tuve despertares como los suyos, incluso sus incertidumbres y desasosiegos, mientras ecuchaba «words do´t come easy» de F.R. David.

Cómo ha cambiado el cuento para la mayoría de las generaciones de hoy, de lo cual me alegro; porque la mayoría de los de mi quinta aun viven las secuelas de una educación que no entendía, o no sabía, como gestionar las sensibilidades diferentes, puesto que sus/nuestros padres fueron hijos de una guerra civil y una dictadura, en la que el silencio y la auto represión, eran mecanismos de supervivencia.
Vivimos con el anhelo frustrado de los pasos, besos y amores que no realizamos, a veces pensando qué distinto lo haríamos si deshicieramos el camino hasta alguna de aquellas oportunidades perdidas, nostalgia sí, de la juventud en la que debimos haber vivido conforme a nuestro sentir, para no tener que estar, a estas alturas, buscando formas anacrónicas de amar, o haciéndonos daño para tapar esa carencia. Ya no podemos volver atrás ni podemos solucionarla ahora, solo nos queda aprender a vivir con ella sin que nos impida ser felices en el presente, como el que perdió un amor en el pasado, o un miembro de su cuerpo, eres consciente de que no está ahí, pero sabes que the show must go on, con lo que te queda (que no es poco) y ser resiliente para avanzar hacia nuevas experiencias, esta vez, con el propósito de disfrutarlas intensamente.
Mucho se ha hablado y escrito sobre el desamor, que si primero debes amarte a ti mismo, que si la autoestima, que si vivir sin anhelo, no tengo claro que nada de eso funcione, he intentado sin éxito la mayoría; y he llegado a la conclusión de que no podemos controlar nuestras experiencias, sólo el modo de vivirlas, lo poco que podemos hacer es estar receptivos, e intentar en la medida de nuestras posibilidades, en medio de tantos condicionantes, crear las circunstancias más apropiadas para que la materialización se dé, y seguir caminando en la confianza de que así va a ser, o sea sin sentarse a esperar, porque parece que entonces tampoco funciona.
Esto es así en todas las facetas de nuestra vida; yo mismo en la mayoría de las cosas en las que tengo, o he tenido éxito, no he hecho grandes esfuerzos, sino que digamos han sido resultado de un movimiento equilibrado de dar y recibir ambos en el sentido correcto claro, porque cuando me he empeñado en dar para recibir sólo he obtenido frustración.
En fin, esto es una reflexión de domingo, en la que sólo en casa, en mitad de una pandemia, echo la vista atrás con el propósito de reconciliarme hoy con el ayer, en un alto simbólico antes de seguir el camino, aceptando sin frustración lo que pudo haber sido y no fue, para continuar sin lastre y con mirada fresca y, a ser posible, con ilusión y una pizca de esperanza en que no he de abandonar esta vida sin completar los anillos, como en el watch.
Feliz domingo de agosto pandémico para todos.